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📝 Artículo del Blog
📅 6 de septiembre de 2025✍️ Iglesia Camino de Paz

No se puede huir de Dios

Cuando la vida te confronta con la eternidad

La vida a veces nos frena en seco con escenas que no olvidamos. Ver a alguien dar su último suspiro nos recuerda que el tiempo no es infinito y que la eternidad no es un concepto vago, sino una puerta real que todos cruzaremos. Esa imagen despierta preguntas profundas: ¿y si fuera hoy?, ¿he vivido alineado con el propósito de Dios?, ¿estoy obedeciendo su voz o posponiéndola para “otro día” que nunca llega? No es miedo, es lucidez espiritual, un llamado a revisar el rumbo.

En esos momentos el Espíritu Santo inquieta el corazón y nos mueve a orar. La conciencia despierta, las alabanzas se vuelven confirmación y la Palabra de Dios ilumina con claridad que no teníamos antes. Lo que parecía opcional se revela urgente; lo que sonaba “religioso” se vuelve personal y apremiante. Y allí, en esa madrugada del alma, Dios suele poner un mensaje simple y poderoso: no puedes huir de Aquel que te ama.

Porque la vida no se trata de acumular días sino de cumplir el diseño para el cual fuimos creados. No hay plenitud fuera de la voluntad de Dios; todo intento de escapar termina en tormenta, vacío o en un hospital deseando estar en la casa del Señor. Hoy el Padre te llama no para condenarte, sino para reencontrarte con su propósito.

Jonás 1: nadie puede huir del llamado

“Pero Jonás se levantó para huir de la presencia de Jehová a Tarsis…” (Jon 1:3). Jonás conocía a Dios, servía a Dios y aun así quiso tomar un barco en dirección opuesta. La desobediencia rara vez es ignorancia; suele ser resistencia del corazón. Cuando la voz divina pide ir a Nínive, el ego propone Tarsis: más lejos, más cómodo, más “yo”. Y ese es el inicio de todas las tormentas.

El texto muestra el movimiento descendente del que huye: bajó a Jope, halló un barco, pagó su pasaje, descendió a él y se durmió. Siempre hay un barco disponible para alejarnos, siempre hay un precio que pagar y siempre hay un sueño pesado que anestesia la conciencia. Pero “Jehová hizo levantar un gran viento en el mar” (Jon 1:4). Dios no suelta a sus hijos fácilmente; su amor interrumpe nuestros escapes.

La tormenta de la desobediencia

La tormenta no es capricho; es misericordia con viento fuerte. El mar agitado revela lo que la calma encubre: que el rumbo está equivocado. Los marineros pagan el costo, la tripulación se inquieta, las cargas se tiran por la borda. Huir de Dios nunca afecta solo al que huye; salpica relaciones, trabajo, emociones, y nos deja exhaustos tratando de salvar por fuerzas lo que solo se ordena con obediencia.

El sueño de Jonás es imagen de la apatía espiritual: dormimos mientras la vida se sacude. El capitán lo despierta con una pregunta que también nos alcanza: “¿Qué tienes, dormilón? ¡Levántate e invoca a tu Dios!” (Jon 1:6). Cuando nos hacemos cargo, la tormenta deja de ser un enemigo y se vuelve un maestro que nos dirige a la rendición. Confesar, asumir y volver a Dios siempre es el camino más corto a la paz.

La misericordia en medio de la tormenta

Aun cuando Jonás se ofrece como responsable, la historia no termina con su caída al mar sino con un gran pez preparado por Dios (Jon 1:17). Donde esperábamos juicio, aparece provisión. En el fondo del mar, en lo que parece el fin, Dios abre una escuela de gracia. Él no solo detiene nuestro escape; nos da transporte de regreso al propósito.

Tal vez te identificas con el joven que, lejos del Señor, terminó en una cama deseando estar en la iglesia. Ese deseo es ya un milagro: el clamor del alma que Dios escucha. Entre respiradores, lágrimas y silencios, el Padre hace pactos con quienes le entregan el corazón. Si hoy sientes esa santa inquietud, estás más cerca de Nínive que de Tarsis.

¿Y si fuera hoy? Propósito y urgencia

La pregunta “¿y si fuera yo?” no busca asustar, sino despejar el humo de las excusas. Nadie tiene asegurado el mañana; lo único que gobiernas es tu respuesta a la voz de Dios hoy. Vivir al borde de la obediencia es vivir al borde de la tormenta. El Espíritu te llama a pasar del casi a la entrega, del saber a hacer, de escuchar a caminar.

Dios no cancela su propósito por nuestros desvíos; lo reencamina con paciencia y firmeza. Él aprovecha cada sacudida para ajustar la brújula del corazón. Si la vida te llevó a preguntarte por el sentido, no es casualidad: es la invitación a alinear agenda, relaciones y hábitos con la misión del Reino. Cristo no te llama a “portarte bien”, te llama a participar en su obra salvadora.

El llamado es personal y específico

Nínive era un lugar, pero también una asignación: personas concretas, heridas reales, injusticias palpables. Tu Nínive puede ser tu familia, tu trabajo, tu barrio, una causa o una persona a quien perdonar. Dios te llama por nombre y te envía con mensaje: “Levántate y ve”. La obediencia no es poesía; es dirección, pasos y decisiones en el calendario.

La resistencia suele disfrazarse de argumentos nobles: “no estoy listo”, “no soy tan santo”, “hay otros mejores”. Pero la misión no depende de tu perfección sino de su gracia. El Señor te formará en el camino, te dará palabras, abrirá puertas y te acompañará en cada conversación. En la obediencia descubrirás capacidades enterradas, compasión fresca y una alegría que no se consigue en Tarsis.

Pasos prácticos para obedecer hoy

1) Escucha y rinde: aparta un tiempo real para orar y leer Jonás 1. Escribe lo que el Espíritu te muestra sobre tu Nínive y sobre tus “barcos a Tarsis”. Renuncia, en voz audible, a las rutas de escape y reconoce el señorío de Jesús en esas áreas. La rendición es concreta cuando tiene nombres, fechas y decisiones.

2) Ordena tu rumbo: habla con alguien maduro en la fe y rinde cuentas. Si tu huida afectó a otros, pide perdón y repara. Reordena tu agenda para incluir lo que Dios te pidió primero. Quita pesos innecesarios: hábitos, compromisos o relaciones que te empujan al puerto equivocado. Haz espacio para la obediencia.

3) Entra en misión: da un primer paso hacia Nínive esta semana: una llamada, una visita, una ofrenda, una conversación pendiente, un servicio en la iglesia. Sirve con humildad y constancia. Verás cómo la tormenta amaina y la paz de Dios guarda tu corazón mientras avanzas.

Oración

Señor Jesús, hoy dejo mis barcos a Tarsis. Confieso mis rutas de escape y recibo tu misericordia. Gracias por interrumpir mi huida con amor, aunque haya dolido. Despiértame del sueño espiritual y alinea mi vida con tu voluntad.

Padre, llévame a Nínive con tu Palabra y tu compasión. Dame valentía para obedecer, gracia para pedir perdón y perseverancia para servir. Que mi historia cuente tu fidelidad y que otros te conozcan por medio de mi obediencia. Amén.

Exhortación final

No esperes otra tormenta para obedecer. Si el Espíritu te habló, responde hoy. El Dios que envió viento también preparó un pez; el Dios que confronta es el mismo que rescata. No se puede huir de Dios, pero sí se puede correr hacia Él y encontrar brazos abiertos.

Como Iglesia Evangélica Camino de Paz queremos caminar contigo. Escríbenos, acércate, ora con nosotros y retoma el rumbo. El mejor día para volver es hoy; el mejor lugar es su presencia; la mejor ruta es su voluntad.

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Escrito por Iglesia Camino de Paz

Publicado el 6 de septiembre de 2025

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