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Inquebrantable: La Certeza del Amor de Dios en Romanos 8:28

Escrito por Iglesia Camino de Paz el 29 de junio de 2025

En medio de un mundo lleno de incertidumbre y desafíos, la Palabra de Dios nos ofrece un ancla firme y una promesa inquebrantable. Romanos capítulo 8, desde el verso 28 en adelante, es un tesoro de verdad y consuelo que el apóstol Pablo, inspirado por el Espíritu Santo, legó a la iglesia de Roma y, por extensión, a cada creyente hoy. Este pasaje no es solo una doctrina, es una proclamación de la soberanía de Dios y de su amor eterno por aquellos que le aman.

Este capítulo no es un mensaje aislado; es la culminación de un argumento profundo que Pablo ha venido desarrollando. Antes de Romanos 8, el apóstol nos habla de la justificación por medio de la fe, de nuestra muerte al pecado para vivir en Cristo, y de la obra redentora de Jesús que nos libra de la condenación. Con esta base sólida, Pablo nos introduce a una verdad que transforma nuestra perspectiva de la vida y de las dificultades que enfrentamos.

El Saber que Transforma: Todas las Cosas Ayudan a Bien

Cuando Pablo declara: "Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados" (Romanos 8:28), la palabra "sabemos" no es una simple suposición. Implica una certeza profunda, una convicción arraigada en la fe y en la experiencia de un Dios que es fiel. Pablo se incluye en este "sabemos", pues él mismo experimentó una metamorfosis radical, pasando de perseguidor a perseguido, y en cada etapa, vio la mano de Dios obrar para su bien.

Esta promesa se dirige a aquellos que tienen una relación personal con Dios, a los que le aman. No significa que todo será fácil o agradable, sino que incluso en medio de las pruebas, el Señor está obrando para nuestro beneficio eterno. La enfermedad, el luto, el rechazo, las dificultades económicas, cada adversidad se convierte en una herramienta en las manos de Dios para moldearnos, para acercarnos más a Él y para que su propósito se cumpla en nuestra vida. Así como Job, que a través de su sufrimiento llegó a conocer a Dios de una manera más íntima, nuestras pruebas nos permiten ver al Señor obrar de formas que no imaginamos.

El Propósito Eterno: Llamados a ser Semejantes a Jesús

El versículo 29 profundiza en el propósito de este "todo para bien": "Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos." Desde antes de la fundación del mundo, Dios nos conocía y nos eligió. Nuestro llamado no es accidental; es parte de un plan divino y eterno que tiene como fin transformarnos.

Ser hechos conformes a la imagen de su Hijo, Jesús, implica ser semejantes a Él en amor, misericordia y bondad. Jesús vio a las multitudes desamparadas y dispersas, y tuvo compasión. Así también, nosotros somos llamados a reflejar ese mismo sentir por la humanidad. Este llamado no es para un grupo selecto, sino para toda la humanidad, aunque no todos están dispuestos a escucharlo y obedecerlo. Es un llamado a la santidad, a la madurez espiritual, a entregarle a Dios no solo una parte de nuestra vida, sino el cien por ciento de nuestro ser.

La Cadena Irrompible de la Redención: Justificación y Glorificación

Pablo continúa tejiendo la maravillosa obra de Dios en el verso 30: "Y a los que predestinó, a estos también llamó; y a los que llamó, a estos también justificó; y a los que justificó, a estos también glorificó." Esta es una cadena de eventos divinos, irrompible, que nos asegura nuestra salvación desde la eternidad hasta la eternidad. El llamado de Dios es para todos, pero solo aquellos que responden con fe son justificados.

La justificación se logra a través de la sangre de Jesús en la cruz del Calvario. Somos declarados justos no por nuestros méritos, sino por su sacrificio. Al ser cubiertos por su sangre, Dios nos ve sin mancha, como sus hijos amados, ciudadanos de su reino y coherederos de su gracia. Y la glorificación, aunque no la experimentaremos plenamente en esta tierra, es una realidad tan segura que Pablo la declara como un hecho consumado. Es la promesa de la vida eterna en la presencia de Dios, donde nuestra redención será completa.

¿Quién Contra Nosotros? La Seguridad del Creyente

El apóstol Pablo culmina esta poderosa sección con una serie de preguntas retóricas que afirman la seguridad del creyente: "¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?" (Romanos 8:31). Esta es una declaración audaz de fe. Si el Dios todopoderoso, el Creador del universo, está de nuestro lado, ¿Quién podrá oponerse a nosotros con éxito?

Ni las acusaciones del enemigo, ni el juicio de los hombres, ni las tribulaciones, angustias, persecuciones, hambre, desnudez, peligro o espada pueden separarnos del amor de Cristo. El que no escatimó a su propio Hijo, ¿Cómo no nos dará con Él todas las cosas? En cada adversidad, somos más que vencedores, no por nuestra fuerza, sino por medio de Aquel que nos amó. Esta certeza no es arrogancia, sino una profunda confianza en el poder y el amor incondicional de Dios que es en Cristo Jesús, nuestro Señor.

Exhortación Práctica

Querido hermano, la promesa de Romanos 8:28-39 no es una teoría, es una verdad viva para tu vida hoy. Reflexiona sobre la grandeza del amor de Dios por ti. No busques un Dios a tu medida, pequeño o grande según tus circunstancias. Dios es el mismo ayer, hoy y por los siglos, un Dios inmenso, poderoso y amoroso que pelea tus batallas. Confía en Él en lugar de temer a las adversidades. Recuerda que has sido llamado con un propósito: ser semejante a Jesús. Y ese llamado incluye llevar su amor y esperanza a un mundo que lo necesita desesperadamente. Entrégate por completo a Él, porque Él ya lo dio todo por ti.

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