¿Hasta Cuándo, Señor? Cómo Confiar en Dios Cuando la Injusticia Grita
Vivimos en un mundo que a menudo nos hace levantar la vista al cielo y preguntar: "¿Por qué?". Vemos la injusticia en las noticias, sentimos la crispación en la sociedad y, a veces, experimentamos el dolor en nuestra propia vida. En esos momentos de confusión, es fácil sentir que nuestras oraciones se pierden en el silencio. Si alguna vez te has sentido así, no estás solo. Hubo un profeta llamado Habacuc, cuyo nombre significa "el que abraza", que se aferró a Dios con estas mismas preguntas en medio de una nación en crisis.
La historia de Habacuc, aunque escrita hace más de 2.600 años, resuena con una fuerza increíble en nuestros días. Él nos enseña a transitar el difícil camino que va desde la queja honesta hasta la adoración inquebrantable. Su libro no es una colección de respuestas fáciles, sino una guía para aprender a confiar en la soberanía de Dios, incluso cuando sus caminos nos parecen incomprensibles. Es un manual para la fe que sobrevive y florece en medio de la tormenta.
El Grito de un Corazón Angustiado: "¿Hasta Cuándo y Por Qué?"
Habacuc abre su libro con un lamento que brota de lo más profundo de su ser. Al mirar a su alrededor en el reino de Judá, no ve la piedad de un pueblo escogido por Dios, sino una sociedad rota. Ve violencia, opresión de los ricos sobre los pobres, contiendas y una justicia torcida. Su clamor a Dios es desgarrador: “¿Hasta cuándo, oh Jehová, clamaré, y no oirás? ¿Y daré voces a ti a causa de la violencia, y no salvarás?” (Habacuc 1:2).
Este grito no es solo una reliquia del pasado; es el eco de nuestros propios corazones hoy. Encendemos la televisión y vemos guerras, conflictos políticos y una creciente falta de empatía. Salimos a la calle y percibimos una tensión social que parece a punto de estallar. Al igual que Habacuc, miramos el panorama y nos preguntamos por qué Dios permite tanto dolor y por cuánto tiempo más tendremos que soportarlo. Es una pregunta válida, nacida de un anhelo por la justicia y la paz que solo Dios puede dar.
La Sorprendente Respuesta de Dios: Un Remedio que Parece Peor
Cuando Dios finalmente responde a Habacuc, su respuesta es desconcertante. Lejos de ofrecer un consuelo inmediato, Dios revela que usará a los caldeos (el imperio babilónico), una nación "cruel y presurosa", para castigar la maldad de Judá. Imagina la confusión de Habacuc: le pide a Dios que solucione el problema de la injusticia, y Dios le responde que traerá a un pueblo aún más impío y violento para ejecutar su juicio. Esto agrava el dilema del profeta.
Ahora la pregunta de Habacuc es aún más profunda: “Muy limpio eres de ojos para ver el mal, ni puedes ver el agravio; ¿por qué ves a los menospreciadores, y callas cuando destruye el impío al más justo que él?” (Habacuc 1:13). Esta es una de las preguntas teológicas más difíciles: ¿cómo puede un Dios santo usar instrumentos impíos para cumplir sus propósitos? Es aquí donde la fe de Habacuc, y la nuestra, es llevada a un punto de inflexión. ¿Confiaremos en el carácter de Dios incluso cuando no entendemos sus métodos?
El Punto de Inflexión: De la Queja a la Espera Vigilante
Tras exponer su segunda queja, Habacuc toma una decisión que lo cambia todo. En lugar de seguir ahogado en sus preguntas, adopta una postura de espera activa y vigilante, un verdadero acto de fe.
"Sobre mi guarda estaré" (Habacuc 2:1)
El profeta decide hacer una pausa. Se retira a su "fortaleza" espiritual para observar y escuchar atentamente lo que Dios le responderá. Es como si, después de hablar, decidiera guardar silencio para no perderse la voz de Dios en medio del ruido de su propia angustia. Este es un paso crucial: dejar de presentar nuestra lista de quejas y empezar a esperar con expectación la perspectiva divina.
Este acto de retirarse y velar es una disciplina espiritual que necesitamos desesperadamente hoy. En un mundo lleno de distracciones y opiniones, debemos buscar nuestros propios "puestos de guardia": momentos de silencio, oración y reflexión donde podamos escuchar a Dios por encima del caos. Es en esa quietud donde Dios puede empezar a reordenar nuestra perspectiva y alinear nuestro corazón con el suyo.
"El Justo por la Fe Vivirá" (Habacuc 2:4)
La respuesta de Dios a esta espera es una de las declaraciones más poderosas de toda la Escritura: “Mas el justo por su fe vivirá”. Dios le asegura que, aunque la visión del juicio y la restauración final parezca tardar, sin duda llegará. La clave para sobrevivir mientras tanto no es entenderlo todo, sino vivir en una confianza continua y progresiva en el Dios soberano que tiene el control.
La fe no es un sentimiento momentáneo o un decreto emocional que pronunciamos para forzar la mano de Dios. Es la decisión diaria de creer en sus promesas y en su bondad, incluso cuando las circunstancias gritan lo contrario. Es la certeza de que, aunque no veamos la solución, Él está obrando tras bastidores. Es una fe que no se basa en lo que recibimos, sino en Aquel en quien hemos creído.
La Oración que lo Cambia Todo: De la Angustia a la Adoración
El libro de Habacuc culmina en el capítulo 3 con una de las oraciones más hermosas y poderosas de la Biblia. El profeta, ahora con una perspectiva renovada, ya no pregunta "¿por qué?", sino que ora: “Oh Jehová, aviva tu obra en medio de los tiempos... En la ira acuérdate de la misericordia” (Habacuc 3:2). Reconoce la soberanía de Dios tanto en el juicio como en la salvación, y su corazón se llena de una adoración reverente.
Esta transformación culmina en una declaración de fe incondicional que debería ser el lema de todo creyente: “Aunque la higuera no florezca, ni en las vides haya frutos... con todo, yo me alegraré en Jehová, y me gozaré en el Dios de mi salvación” (Habacuc 3:17-18). Habacuc llega a la conclusión de que su gozo y su fortaleza no dependen de la economía, de la paz social o de su bienestar personal. Su gozo está anclado en Dios mismo.
Ese es el destino final de nuestro propio viaje de fe. Quizás hoy te encuentres en el capítulo 1 de Habacuc, clamando con angustia. Pero Dios te invita a caminar con Él a través de tus dudas hasta llegar al capítulo 3, donde tu confianza no dependa de nada ni de nadie más que de Él. Porque cuando Jehová el Señor es tu fortaleza, puedes andar en las alturas incluso en medio de los valles más oscuros.
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